viernes, 14 de agosto de 2009

LA RAZON PRÁCTICA DESDE LA PROPUESTA DE HABERMAS

Habermas en un primer momento dentro de su texto permite acercarnos al termino “ética del discurso”, en donde intenta aclarar que a pesar de que este termino ha provocado ciertos malentendidos, el sentido de esta ética se basa fundamentalmente en las cuestiones de justicia. Teniendo en cuenta la limitación del concepto de moral con la que esta se vale, la ética del discurso no debe dejar de lado las consecuencias que puedan presentar las acciones ni tampoco debe excluir totalmente de la discusión racional las cuestiones acerca de la vida buena que tanto interesan a la ética clásica, como señala el autor “la ética clásica se impone al individuo necesitado de orientación cuando en una determinada situación no sabe que hacer ante una tarea a la que ha de enfrentarse en términos practico – morales: ¿Cómo debo comportarme?”.

Con respecto a lo anterior el autor señala que ese “deber” que agobia la acción del individuo en ese momento, necesita entrar a analizarse y por supuesto lograr reconocer cual es en realidad el problema que tiene este individuo y que seria lo mas adecuado para solucionar dicho problema, puesto que si se espera responder con la simpleza que se presenta la situación, no estaría determinada la esencia del problema y por ende carecería de un sentido especifico. Es por ello que la razón práctica teniendo en cuenta aspectos como lo bueno, lo útil y lo justo arroja operaciones y resultados distintos facilitando el actuar en dichas cuestiones. El autor expresa además como la teoría moral al extender sus perspectivas a varias personas, no quedándose simplemente con la de un individuo, produce un choque con la realidad de voluntad que los demás tienen, lo que por supuesto desencadena otra serie de problemáticas.

Es importante reconocer que los seres humanos nos enfrentamos a diario con situaciones que esperan ser resueltas con rapidez, pues de lo contrario la incomodidad que estas producen nos imposibilitan continuar con nuestro rumbo, pues estarán presentes en determinados momentos en donde lo ideal seria tener los mas mínimos obstáculos o al menos contar con la habilidad de tomar decisiones racionalmente, reconociendo cual seria la mejor opción para acercarnos a conseguir nuestro fin. No debemos dejar de lado situaciones como las que nos plantea el autor en donde el mismo “fin” que estamos persiguiendo se constituye como un problema, siendo no solo la habilidad de elegir racionalmente la que determine cual es la mejor opción sino que factores internos como las preferencias personales entran a jugar un papel importante, siendo por esto importante establecer como las cosas que racionalmente deben hacerse están transversalmente influenciadas por “lo que se quiere”.

Pero entonces ¿Qué sucede con aquellos que no saben que quieren?. Ante esta cuestión el texto de Habermas expone que la situación seria un tanto mas profunda y controvertida que la que presenta una persona que simplemente no sabe que decidir con respecto a los medios para conseguir su fin, pero que reconoce el punto al que será encaminado su actuar, puesto que en esencia el trasfondo de responder ante dicho postulado, conlleva al individuo a tener que responder ¿Quién es él? Y ¿Quién quisiera ser?.

Es importante aclarar que lo anterior esta presente dentro de lo que Taylor llamaría “preferencias fuertes” o Aristóteles “cuestiones clínicas de la vida buena” puesto que la trascendencia que estas tienen abarcan el modo global de la vida de una persona, estando fuertemente entrelazadas con su propia identidad, entendiendo que aquella identidad esta determinada como diría Habermas “por como se ve uno y por como quisiera verse”, siendo entonces de gran relevancia los ideales que quiero conseguir, lo que permite considerar que el hecho de llevar a cabo una elección sin reflexión profunda (es decir sin responder a lo mencionado anteriormente) origina indiscutiblemente la presencia de una “vida fallida”.

El toque especial que Habermas coloca en su texto considero que esta claramente enmarcado cuando en la pregunta ¿Qué debo hacer? Se incluye la presencia del otro, es decir cuando se reconoce que en esa decisión que se llegue a elegir no solo esta en juego mi vida, sino que existe un OTRO al que debo tener en cuenta, y que por ende desde una perspectiva “egocéntrica” como él la llama este aspecto se deja un poco de lado, desconociendo el hecho de que “mi identidad también viene marcada y determinada por identidades colectivas y mi biografía se halla inserta en contextos de vista histórica que la envuelven”, todo esto evidenciando claramente que “la vida que es buena para mi afecta también a las formas de vida que no son comunes”.

Kant es un autor que nos permite acercarnos de manera clara a la cuestión moral de nuestros actos con respecto a los actos del otro. Este autor propone en esencia un examen de máximas entendiendo como “máximas” aquellas reglas de acción a las que habitualmente un individuo suele orientar su conducta, es decir, aquella normatividad que cotidianamente suele utilizar una persona para determinar que hacer frente a las situaciones diarias, lo que por ende al entrar a revisarse conjuntamente determinaría que en esencia todos buscamos que nuestra máxima sea la que se considere como pauta moral, aceptada por todos para guiar su acción, pero es allí donde se contempla la idea de aclarar que esa propuesta en cuanto al deber – ser implica ir mas allá de mis propios intereses, fines y preferencias puesto que debe es consolidarse que “lo que debe hacerse o lo que hay que hacer, tiene mas bien el sentido de que actuar así es JUSTO y por tanto un deber”.

Finalmente cabe aclarar como esa razón practica se mueve indiscutiblemente dependiendo el problema en que se necesite resolver ese ¿Qué debo hacer?, puesto que cabe resaltar que si este se torna de tipo pragmático, ético o moral, las situaciones que medien su procedimiento serán acorde a la necesidad de la persona y sobre todo reconociendo que somos seres sociales, en donde nuestros actos impactan e influyen en el estilo de vida de aquellos que comparten con nosotros un mismo mundo.

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